En la cima de un altiplano, se erige orgullosa la ciudad de Trancoso, frontera entre la Serra da Estrela y el Vale do Douro, el distrito de Guarda y el distrito de Viseu.
La privilegiada localización de Trancoso hizo de esta localidad un enclave estratégico-militar de gran importancia, algo que el castillo y las murallas que aún rodean el centro histórico se encargan de recordarnos. Escenario de conflictos y batallas entre cristianos y musulmanes, infinitas son las historias, mitos y leyendas que guardan las calles de Trancoso.
Una de las leyendas más curiosas que cuentan las gentes de Trancoso es la de Iberusa Leoa, una bella joven cristiana que vivía en la ciudad bajo el reinado de Don Afonso Henriques. Por aquel entonces, los musulmanes acababan de reconquistar Trancoso con una furia destructora que no tuvo clemencia con niños, mujeres y ancianos. Comandados por Omar, el príncipe moro, los musulmanes ocuparon el castillo y el burgo de la ciudad. Iberusa Leoa, temerosa de su destino en manos de los sarracenos, huyó y se refugió en una gruta en la que no tardaría en ser encontrada y capturada por los moros.
Encerrada en una exigua sala del castillo en la que apenas entraba un poco de luz por una ventana en la pared, Iberusa vio, exultante, cómo se aproximaban las huestes de Don Afonso Henriques. Entonces, llamó a sus carceleros para pedirles que le dijesen qué suerte se le tenía destinada. Los cuatro mastodontes, altos, de semblante adusto y mirada violenta, le informaron de que sería decapitada ese mismo día. Iberusa lloró por su vida y le pidió a los carceleros que le hiciesen compañía mientras rezaba sus oraciones a Nossa Senhora. En las horas siguientes, la joven compartió con sus captores milagros de su religión y los embelesó con la vida de Cristo. Cada vez más interesados, los carceleros se dejaban llevar y pedían más historias. Mientras tanto, fuera se libraba la batalla entre cristianos y musulmanes, cada vez más favorable para los hombres de Don Afonso Henriques, que aprovechó la distracción de los moros para tomar el castillo. Cuando el rey la encontró, la piadosa Iberusa pidió que las vidas de sus captores fuesen perdonadas. El rey atendió su petición e Iberusa le dijo que había prometido a la Virgen construir en aquel lugar una capilla si se salvaba del cautiverio. La promesa fue cumplida y se erigió una iglesia que se llamaría Nossa Senhora da Fresta. Los moros, por su parte, se entregaron a la vida agrícola y pasaron a ser conocidos como los moros convertidos de Trancoso.
La iglesia de Nossa Senhora da Fresta, conservada hasta nuestros días, es una de las más antiguas de Trancoso y uno de los puntos de interés de esta bella localidad. Fundada en el siglo XII, el edificio conserva su aspecto primitivo. En el exterior, sobresalen las portadas laterales, decorados con motivos del estilo románico-gótico de la región. En el interior, destaca el arco del triunfo, decorado con medias esferas y arabescos entre otros motivos, y los frescos de la capilla mayor, pintados en los siglos XV y XVI.
Pero esto es solo una pequeña parte de lo que tiene para ofrecer Trancoso, una de las 12 aldeias históricas de la Beira Alta mejor conservadas en el tiempo. Entre preciosas capillas e iglesias o un centro de cultura judía (uno de los diferentes pueblos que pasó por aquí y dejo su huella), lo difícil será marcharse después de conocer esta fascinante ciudad.
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