Según el Diccionario de la Lengua Portuguesa, un “marialva” es un seductor, un conquistador de mujeres, un “donjuán”. Sin embargo, la Aldeia histórica del mismo nombre, situada en el Ayuntamiento de A Guarda, a pocos minutos de la ciudad de Mêda, tiene en el origen de su toponimia una historia mucho más romántica.

Por las calles de esta bella aldea de la Beira Alta se cuenta que, hace mucho tiempo, vivía allí una hermosa doncella. Un día, un noble que pasaba por allí, se enamoró de ella. Deseoso de pedirle matrimonio, decidió encargarle a un zapatero unos zapatos para ofrecer a la doncella. Como se trataba de una sorpresa y el zapatero no tenía manera de saber su número de pie, este le sugirió al noble que esparciese harina a los pies da la cama de la doncella para que esta dejase la marca de su pie en la harina del suelo cuando se levantase.

Espantado, el zapatero descubre, por la marca dejada en el suelo, que la doncella tiene pies de cabra pero, profesional como era, cumple el encargo sin excusas, guardando silencio hasta ante su propio cliente. No es hasta que el noble entrega el regalo a la doncella cuando esta se da cuenta de que todos acaban de descubrir su secreto. Aterrorizada, se tira de la torre del homenaje del castillo. Su nombre era Maria Alva.

En realidad, el origen del nombre de esta aldeia se remonta a la ocupación de los árabes que, al llegar a aquel imponente castro por el que ya habían pasado tantos pueblos antes como los túrdulos (siglo VI a.C), los romanos y los godos, decidieron llamarlo Malva. El cambio a Marialva se produce cuando Don Fernando Magno de León reconquista el castro en 1063 y lo rebautiza. En cualquier caso, quienes conocen los románticos rincones de Marialva, desde la Porta do Anjo da Guarda al castillo, cree en que historias fantásticas de doncellas de pies de cabra y apasionados caballeros se puedan haber desarrollado allí.

Situada en lo alto de un monte rocoso desértico y casi inexplorado, Marialva es una aldea con encanto. El castillo, en el que la torre del homenaje de la leyenda de Maria Alva aún se conserva, parece envuelto en un aura de sueño e Historia, llevándonos en un viaje a través del tiempo a las raíces más profundas del país.  Las calles, flanqueadas por edificios más obstinados que el tiempo, nos enseñan que, sea lo que sea, Portugal está hecho de una magia inquebrantable.

Para contemplar mejor la belleza de Marialva, vale la pena subir hasta el mirador de A Capela de Santa Bárbara, un templo con planta cuadrada y portada con arco de medio punto. Desde aquí, observamos en todo su esplendor la Devesa (la parte baja de la población) y las vistas panorámicas hacia el Sur: increíbles montes y valles distintivos del paisaje de la región de Beira Alta.

En Marialva soñamos, nos enamoramos y descubrimos el valor de lugares donde, a salvo del bullicio de las ciudades y las modernidades, conseguimos finalmente respirar.