Hay una calle en Trancoso que invita a vivir en ella. Una delicia, incluso para el que no sea un apasionado de las flores. Se llega a perder la cuenta: de ambos lados de la calle, flores, flores, flores, sobre todo frondosas y espesas hortensias de colores azules y rosados, que colman la vista de todo quien camina por la, muy acertadamente, llamada Rua da Alegria.
Y todo gracias a la señora que recibe el también acertado nombre de D. Rosa y a su marido, el sr. Adérito, que viven en el número 12 desde hace 50 años. En realidad fue otra vecina quien empezó la costumbre y alentó a los vecinos a hacer lo mismo «Pongan flores, pongan flores Y nosotros las pusimos», recuerda D. Rosa. Esto fue hace unos 40 años y hoy en día ya quedan pocos residentes en la calle, pero ellos dos se bastan para evitar que el alegre colorido se desvanezca.
Sin embargo, esta calle no siempre estuvo adornada por las flores. Los umbrales de un gran número de puertas en esta calle lucen insignias judías, por lo que se presupone que esta calle, antes de convertirse en Rua da Alegria, debía haber sido la Rua da Judiaria. Son vestigios de los tiempos en que la comunidad judía gozaba de un gran desarrollo económico y libertad en esta región. Cuando más tarde comenzaron las persecuciones, se cuenta que dentro de las casas de esta misma calle, crearon pasajes secretos para poder practicar el culto lejos de la mirada de la Inquisición
Los símbolos judíos sobreviven y atraen a turistas y curiosos, pero son las hortensias lo que produce mayor sorpresa a los visitantes, sobre todo a finales de junio, cuando estas flores alcanzan su mayor esplendor. A veces, pueden llegar a invadir el espacio de paso de los transeúntes y es entonces cuando se les realiza una poda. Sucedió hace unos meses con el paso de una prueba de ciclismo por esta calle, «tuvimos que cortar casi todo», dice con disgusto D. Rosa, pero las hortensias vuelven siempre con renovada fuerza y exuberancia.
Además de la devoción a las plantas, D. Rosa dedica gran parte de su tiempo a las labores que su madre le enseñó: toallas y crochés que borda en la ventana, con una paciencia y disciplina poco comunes en los tiempos que corren. Luego las vende en la tienda de artesanía que tiene debajo de caso, aunque separa algunas con sumo cuidado para el ajuar de su nieta. El espacio es pequeño, pero está bien aprovechado. Y aquí también se pueden comprar las famosas sardinas dulces de Trancoso, hechas por la hija de D. Rosa.
Atravesamos la Rua da Alegria de vuelta al centro de Trancoso. Miramos atrás una vez más. Desde el balcón enmarcado de flores, D. Rosa nos dice adiós, y mientras nosotros deseamos con todas nuestras fuerzas que cada aldea, pueblo o ciudad pudiera tener una D. Rosa, que cuide y embellezca lo que es suyo y también lo que no, solo para ver la sonrisa en los labios de todo aquel que pasa.
Es por historias como éstas las que las Aldeias Históricas de Portugal son un destino único y auténtico, único en el mundo. Un destino que son 12, donde la prioridad es preservar las tradiciones de las gentes locales, la naturaleza y el patrimonio histórico-cultural de cada aldea. Y es también por eso qué las Aldeias Históricas de Portugal son la primera red de destino en todo el mundo, y el primer a nivel nacional a recibir el certificado BIOSPHERE DESTINATION.
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