Se cree que el topónimo Belmonte procede de la expresión en latín Belli-monte, o monte de guerra. Y en lo alto de un monte tan bélico, solo podíamos encontrar un imponente castillo de arquitectura militar, testigo de mil y una batallas y pieza clave en la defensa del territorio que hoy en día conocemos. El castillo de Belmonte nos cuenta la historia de Portugal: ¡vayamos a conocerlo!

Visitar el Castillo de Belmonte es embarcarse en un viaje por la historia y arquitectura portuguesa: en sus torres y murallas encontramos detalles de varios estilos arquitectónicos, como el románico, gótico, manuelino y barroco, reflejo de las diversas épocas que ha vivido esta fortificación.

Construido por orden de D. Sancho I (con reinado de 1185 a 1211), con el objetivo de servir como estructura defensiva, el Castillo de Belmonte fue construido en granito y según el estilo románico, preceptivo en aquella época. Sin embargo, en aquel momento solamente se construyó el recinto amurallado.

La torre del homenaje se construyó más tarde, durante el reinado de D. Alfonso III (1248-1279), a petición del obispo de Coimbra D. Egas Fafes (obispado: 1248 – 1267), dueño del señorío de Belmonte. Esta torre se erigió en estilo gótico, siguiendo los preceptos de su época.

La entrada en codo, al pasar la puerta principal, también se reformó en la misma época que presenta detalles típicos del estilo gótico. Allí, todo el espacio hasta la puerta en ojiva que da entrada al patio estaba cubierto por una terraza en losas de granito, asentadas sobre grandes arcos ubicados en las paredes de la antigua muralla.

Sin embargo, en 1446, el primer alcalde mayor del castillo de Belmonte, Fernão Cabral I, convirtió el castillo en su residencia, fundando el llamado Paço dos Cabrais. La estructura preexistente experimentó varias adaptaciones y vio aparecer nuevas construcciones, a fin de tratar de reconvertir parte de la estructura militar en un espacio residencial: estas modificaciones se llevaron a cabo de acuerdo con la corriente de la época, el estilo manuelino.

Todavía subsisten importantes vestigios de aquel palacio, que se extendía desde la muralla Sudeste hasta la Noroeste, abarcando también la torre del homenaje. Esta torre fue dotada de ventanas, para adaptarla también al nuevo espacio residencial. En el segundo piso, en un espacio sobre la puerta de entrada, un portal manuelino, de lintel recto, se puede ver el escudo de armas de los Cabrais.

En la pared de la muralla oeste se abrieron cuatro ventanas panorámicas dando a la Serra da Estrela y la bellísima ventana manuelina de los tiempos de João Fernandes Cabral, encabezada por el escudo de los Cabrais (dos cabras) y los Castros (seis callejuelas).

A finales del siglo XVII, un violento incendio destruyó el ala oeste del país, tal como han demostrado las ruinas arqueológicas encontradas. Este acontecimiento fue decisivo para que diera comienzo el proceso de abandono del edificio como espacio residencial, que llevó a la familia a trasladarse a la villa, a la actual Casa de los Condes.

Existen indicios que demuestran que, durante el siglo XVII, el castillo de Belmonte volvió a recuperar su antigua función militar, y se construyeron los baluartes a los que se refirió P., Luís Cardoso en 1751. La construcción de estas estructuras se enmarcó durante las Guerras de la Restauración, a semejanza de lo que ocurrió en la Casa de la Torre, en Caria, donde todavía hoy se conservan los baluartes renacentistas.

Más tarde, entre los siglos XVIII y XIX, apareció un nuevo edificio en el castillo de Belmonte, que sirvió de casa de los guardias de los Cabrais. Adosado por el exterior a la derecha de la puerta principal, posiblemente resultó de la adaptación de una torre más modesta, de la misma época que la torre de homenaje, que también ladearía la puerta principal. De esta edificación, de estilo arquitectónico típico del siglo XIX, destacan los dos balcones sostenidos por 4 arcadas con decoraciones de fauna y flora, así como las dos puertas encimadas por frontones curvos y ostentando blasones.

Lleno de referencias históricas y arquitectónicas, hay muchas razones para visitar este castillo y enamorarse de las vistas desde su punto más alto, desde donde se aprecian los preciosos paisajes del territorio de las Aldeas Históricas de Portugal.