Entre Belmonte y Jerusalén existe una conexión profunda, que va más allá de la presencia de la comunidad judaica. Alípio Henriques, descendiente de una familia que lleva 500 años en la localidad, asegura que, cuando en la aldea hace sol, también lo hace en Jerusalén.
Hace mucho que la comunidad judaica saldó las cuentas con su propio pasado en la aldea histórica de Belmonte. Alípio Henriques, de 61 años, es el propietario del Hotel Sinai, nombre calcado de otro alojamiento de Tel-Aviv, y todavía recuerda lo que era ser niño y judío en esta aldea.
No llegaba a haber un prejuicio manifiesto, nada de eso, pero si una incomodidad discreta entre dos religiones que no se conocían. La una hacia a la otra. Como si se tratase de un derbi futbolístico perpetuo. “Me acuerdo perfectamente de que en el colegio juagábamos siempre judíos contra cristianos”, cuenta. ¿Y quien ganaba? “Ya no me acuerdo, dependía mucho. Unas veces ganaban unos y otras veces otros”, añade, entre risas.
A día de hoy, todo ha cambiado. “Antes, los niños judíos tenían que tener los ojos bien abiertos. Aprendíamos todo muy pronto. Ahora, nada, pueden tenerlos cerrados y pueden dormir”, asegura. La comunidad judía, en Belmonte, debe contar actualmente con no más de 50 personas, y todas ellas perfectamente integradas en la sociedad local.
Alípio Henriques sigue hablando orgulloso de sus remotos orígenes. Nacido y criado en la aldea histórica, más concretamente en la Rua Direita, conocida por los muchos zapateros que allí se ganaban la vida, desciende de la familia Diogo Henriques, una de las más respetadas y antiguas en Belmonte, donde está presente desde hace más de 500 años.
A veces, la más fuerte de las vinculaciones a una tierra no puede evitar un cierto distanciamiento. Aunque en su caso fue solo temporal, Alípio Henriques no es una excepción. Durante un periodo de su vida partió destino a Israel en busca de un futuro mejor y allí vivió durante varios años, muy cerca de Jerusalén. “¿Sabías que el tiempo en Jerusalén es idéntico al de Belmonte?”, pregunta de pronto. En vista al titubeo en la respuesta, prosigue. “Si hace sol en Belmonte, ten por seguro que hace calor en Jerusalén, y, si llueve en Jerusalén, vete preparando el gorro de lluvia si estás en Belmonte”, resuelve Alípio Henriques, como quien prueba que dos lugares distantes en el mapa pueden ser gemelos; como si ambos hubiesen acompasado las agujas del tiempo.
Judío y cantante
Durante muchos años, antes de embarcarse en serio con la hostelería hace cerca de dos años por sentir que faltaba un hotel en condiciones en Belmonte, Alípio Henriques trabajó como comerciante de lanas, plásticos, pieles y tripas secas, el negocio históricamente asociado a su familia. Continúa profesando el judaísmo rigurosamente, rezando todas las mañanas, “antes de que todo empiece”, y antes de las comidas. Sus dos hijos son muy respetuosos con la religión, sobre todo “cuando están conmigo”. Ambos hicieron su vida lejos de Belmonte y Alípio Henriques lo acepta con la naturalidad de quien entiende la vida. Él mismo guarda en su pecho más vidas que las que encierra su condición religiosa.
Quien lo quiera ver feliz, que le pregunte por sus cantos. ¿Qué tal van? “Empecé a cantar hace dos años en un grupo musical llamado Animato”, cuenta visiblemente orgulloso. Alípio Henriques canta de todo un poco.; desde Los Beatles a Carlos Paião, pasando por Rui Veloso. El grupo ha tenido su éxito en espectáculos locales, siendo siempre objeto de generosos elogios. “El otro día le preguntaron a la organización como habían encontrado un grupo así. Tendrían que oírnos para saber que no miento”. Ahí queda el desafío.
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