En la aldeia histórica de Linhares de Beira, las leyendas tienen color y sabor Hay muchas y para todos los gustos Pero la que cuenta la historia de Doña Lopa y su criada con pies de cabra, recomendada por el alcaide local, aún resuena alto y claro en la aldeia.

Más antiguas que las voluminosas piedras que aguardan a los forasteros, la Historia de Linhares de Beira la cuentan sus leyendas. Hay muchas. Y se deshilachan como el propio lino, actividad principal y origen del nombre de la aldeia histórica.  Van de boca en boca sin nunca perder vigencia o sabor. Y sino que lo diga António Alves. Quien lo viese, al lado de su simpática mujer, nacida y criada como él en la región, no adivinaría que de pequeño tenía un miedo de muerte a las historias que se contaban en casa de su abuela. Era el plato fuerte del día. Y de la noche, lo que era si cabe peor. Y el regreso a casa de sus padres no ayudaba.

– Venía siempre corriendo para casa – comenta entre risas su mujer ante la sonrisa cómplice y medio avergonzada de António Alves.

Eran otros tiempos. El abuelo acababa de contar las leyendas de brujas y demonios y él apuraba el camino entre las casas de piedra. Hoy, tal vez para espantar otros miedos, el matrimonio se dedica a hacer pequeñas réplicas de las casitas de piedra tradicionales de Linhares. Perfectas hasta el más ínfimo detalle. Son uno de los principales atractivos del punto 2 de la Ruta de los Sabores en las fiestas “12 em Rede”.  Otro de los reclamos es una jeropiga – bebida tradicional portuguesa resultado de añadirle aguardiente al mosto de uva – de las buenas, casera, de las que no tienen precio. O mejor. Son los visitantes los que, en días de fiesta, deciden el precio justo a pagar. Siempre da para entrar en calor cuando el frío aprieta. Hasta cuando cae la noche helada, antesala del miedo. Porque, más tarde, será el momento de recrear la leyenda de Doña Lopa y su secreto.

Preparar el caldo

Por ahora, la noche aún no ha caído en Linhares da Beira. Los colores permanecen vivos. Pero la fiesta ya ha comenzado. Se oyen los invitados recorriendo de un lado a otro la Ruta de los Sabores. No se pierden ni una casa con su especialidad. Como música de fondo, el grupo Fidalginhos y sus concertinas.  Van de un lado a otro. Y parecen estar en todas partes.

En el jardín del Inatel, el chef Tiago Bonito, distinguido con una estrella Michelin, va mostrando las perlas gastronómicas de la región. Sin embargo, nosotros nos rendimos a la pequeña Matilde, de cinco años, que nos hace un hueco en uno de los restaurantes del pueblo y luego nos sugiere sentarnos en un lugar central de la sala. Se puede por la ventana, la mesa con dos sillas reservada eternamente para el último alcaide de la aldeia, el mismo que da nombre al restaurante de los padres de Matilde. Relaciones públicas por excelencia, Matilde no tarda en traernos el folleto de la ruta, en la que el número 5, relativo a la casa, ya está debidamente sellado.

Mientras tanto, fuera, la noche empieza a caer. Lo hace rápidamente en Linhares.

Beber las leyendas

Ya hay quien probase la comida de la criada y no se quejase ¿Quién es la criada? Nada como acudir al Largo da Misericórdia para asistir en vivo a “O Segredo de Dona Lopa ” Formar parte de la obra de teatro callejera organizada por la Asociación Hereditas. Poco a poco la plaza comienza a llenarse. El pueblo sale a la calle para oír la discusión que se mantiene a gritos.

– ¡Es una asesina! – gritan unos.

– ¡Es el diablo! – añaden otros.

Discuten sobre una joven, recién llegada a Linhares, sospechosa de las peores fechorías. Se dice, por ejemplo, que le dio destino fatal a su antiguo patrón en una aldea vecina. Ella lo niega todo. Era todo las malas lenguas de los vecinos y el populacho.

– ¡Bandida! – continúan los aldeanos

Quien no sigue el clamor popular es el alcaide, enamorado de la joven.  Peor. Informado del interés de la condesa de Linhares por una joven de perfil semejante para servir de criada, trata de recomendarla para el puesto. Y magia.

Para su desgracia, Doña Lopa se deja seducir por las mañas de la joven y por los consejos del alcaide de la aldeia y la elige como criada.  El caldo se ha “derramado”.

La historia sigue su curso hacia el exterior del pueblo Hasta podría decirse que hace falta cierta forma física para acompañar todos los momentos. Hasta que surge Fernando, un antiguo nativo local, regresado como franciscano y bautizado como António. Solo él consigue arrojar alguna luz sobre la situación.

– La condesa está loca – avisan algunos.

– La criada la ha cegado – gritan otros.

Por fortuna, el  franciscano tiene una idea peregrina.

– Vuestra criada no es quien creéis – avisa ya en primer lugar.

– ¡Yo ya lo dije! – gritan unos cuantos.

– No fui yo quien la escogió – dice el alcaide lavándose las manos.

Pero el franciscano mantiene la calma.

– ¡Voy a esparcir harina en la puerta de la casa de la condesa!

– ¿Va usted a hacer pan? – pregunta un vecino distraído.

– ¡Verán cómo la criada deja marcados los pies de cabra del diablo! – añade el franciscano.

Dicho Y hecho. No se tarda mucho en oír a la condesa de Linhares gritar a todo pulmón:

– ¡Venid! – ¡Venid! – brama.

El pánico se extiende por la aldeia. La gente corre de un lado a otro.

– ¡Ya decía yo que era el diablo! – se escucha.

Los pies de cabra aparecen bien marcados en la entrada de la casa de Doña Lopa. Las huellas en la harina no dejan lugar a dudas.

Carreras. Griterío. Antorchas en mano. El pueblo entero, todos nosotros, a la caza de la criatura. Y fue ya dentro del castillo donde la acorralamos.

El diablo estaba envuelto en una manta. De cuclillas. Cuando se pone en pie, se descubre la criada, la misma, vestida con un velo blanco. Desaparece, a paso lento, muralla arriba, llevando consigo a la condesa, el alcaide y todos los otros personajes.  Después de un espectáculo de malabarismos, con fuego, todos regresan. La criada, nos pilla por sorpresa a todos, espectadores, pueblo, aún con las antorchas en la mano, cuando nos dice que, al final, el diablo quizás seamos nosotros mismos. Tal vez Pero no es momento para reflexionar sobre el asunto.

Cuando comenzamos a poner un pie delante de otro y descender las rocas que separan el castillo del pueblo, los Marafona ya se hacen escuchar, con sus tambores y su potente voz. Están situados en medio de las rocas e iluminados por una luz roja que acompaña la música. No tardan en cantar “Justiça do Diabo ” (“Justicia del Diablo”), lo que en semejante escenario cobra todo el sentido. Mientras los escucho, trato de comerme el Caldo de la Criada, que, después de todo, no deja de ser verde. Peores pecados se habrán visto.

Un castillo sirve de escenario

El programa de animación, cultura y gastronomía de las aldeias históricas de Portugal, “12 em Rede ”, cuya quinta etapa transcurrió en Linhares, es un buen pretexto para explorar de una forma diferente y festiva este importante conjunto de núcleos urbanos medievales y, de paso, conocer un poco mejor la Historia de Portugal.

A pesar del intenso programa de actividades, la fiesta “O Tesouro da Meia Noite”  (“El Tesoro de la Media Noche”) es lo suficientemente relajada como para permitir al visitante descubrir las calles, el patrimonio y las gentes de Linhares.

Esculpida en la ladera nordeste de la Sierra da Estrela, Linhares da Beira domina prominente la cuenca del Mondego y ofrece un paisaje montañoso y de agreste belleza, típica de Beira.  Su localización estratégica propició su temprana ocupación, que se remonta a los Túrdulos, con vestigios, así mismo, de presencia romana, visigótica y musulmana.  Estamos en pleno territorio de los Montes Hermínios y de las tribus lusitanas, por lo que la Historia aquí está escrita en cada rincón de la sierra.

Villa de fundación medieval, con fuero concedido en 1169 por Don Afonso Henriques, Linhares perdería este estatuto de villa con la reforma administrativa liberal de 1855. Pero su castillo y modelo urbanístico, creados en el contexto de la Reconquista cristiana, perduran como memoria viva de la Historia del país. Paseando por el pueblo encontramos manifestaciones de un modelo de asentamiento medieval (siglos XII-XIV) combinadas con infraestructuras y edificios del siglo XVI y el Renacimiento. Es, sin embargo, el imponente castillo, el que domina todo el paisaje y sirve de tarjeta de presentación de Linhares.

Se trata de una imponente fortificación asentada en una prominencia rocosa a cerca de 820 metros de altitud, desde el que se domina el Valle do Mondego Catalogado como Monumento Nacional en 1922, el castillo exhibe dos torres, la de Homenaje y la del Reloj. “Dotado de un largo perímetro amurallado por el que se extienden los adarves, o caminos de ronda al descubierto y las escaleras de acceso”, el castillo erigido en el reinado de Sancho I fue escenario de innumerables episodios trágicos y heroicos en las luchas contra los invasores castellanos. Hoy, no obstante, en vez de tambores de guerra suena en las murallas la gaita de foles y otros instrumentos tradicionales portugueses. En vez de banderas izadas, se aprecian ilustraciones proyectadas en la muralla, en un impresionante espectáculo de luz y sonido que tiene como telón de fondo las centenarias murallas del castillo.

La música del diablo y el tesoro de la media noche

En escenario de granito, el trio “Seiva”, compuesto por Joana Negrão, Vasco Ribeiro Casais e Rita Nóvoa, demuestra que la música tradicional portuguesa respira aires renovados. Inspirados en el repertorio musical de Beira y echando mano de un sinfín de instrumentos tradicionales como el adufe o la gaita, “Seiva” utiliza la música electrónica sin complejos ni falsos purismos para hacer composiciones de gran fuerza onírica.  El nuevo folk portugués marca el ritmo de la fiesta en Linhares da Beira y crea el ambiente nocturno propicio para la escenificación de la Leyenda del Tesoro de la Media Noche, que da nombre a esta fiesta de tres días de animación.

Teatro callejero comunitario, que nos conduce por las empinadas calles de Linhares, recreando un episodio del folclore y el imaginario colectivo de esta aldea fortificada de la sierra.

Cuenta la leyenda que Bernardo da Costa, un codicioso digno de Moliére, era un adinerado propietario que explotaba y esclavizaba a sus arrendatarios, lo que le permitió acumular una indecente fortuna. Hasta aquí, nada de inédito en la Historia de muchas aldeas de A Raia. El punto en el que el cuento adquiere dimensiones fantásticas es en el funeral de Bernardo da Costa. Dice el pueblo que el espíritu de Bernardo da Costa apareció de caza y diciéndole a sus arrendatarios que les perdonaba las rentas. “En el velatorio, descubrieron que el ataúd estaba lleno de piedras y sin rastro del cuerpo… A partir de entonces, quien trabajaba en las propiedades de la familia de Bernardo da Costa oía constantemente carcajadas y otros ruidos y sentía cómo un espíritu agarraba sus ropas.

Ni en la paz de las tumbas, el codicioso dejaba de atormentar al pueblo. Tiempo después, un vecino de Linhares soñó tres noches seguidas con un tesoro: el tesoro de Bernardo da Costa. Una voz del más allá le susurró la localización del tesoro al pobre crédulo, que iría a media noche a las sepulturas de piedra de la Quinta da Fidalga. La voz le diría también al caza tesoros que debía hacer esa expedición él solo, pero temeroso y acongojado, el sonámbulo decidió llevar consigo a un amigo. Cuando llego a las sepulturas encontró el fabuloso tesoro pero totalmente calcinado.

La recreación de estos momentos recorrió algunos de los lugares más emblemáticos de Linhares, como el magnífico edificio Corte Real, la antigua hospedería, la casa consistorial y la cárcel, la fuente de O Mergulho o la iglesia da Misericórdia; construcciones que son testigo de las diferentes épocas gravadas en la Historia de Linhares y que en una caminata nocturna, alumbradas por las antorchas de los actores de la Leyenda del Tesoro de la Media Noche, ganan una asombrosa presencia.

Para espantar los espíritus y demonios, se quemó la esfinge de Bernardo da Costa, se bebió el caldo del diablo (que era verde como el de la criada) y se repartió aguardiente queimada, “la que mejor espanta al diablo”.

La noche se alargó hasta las tantas con la fantástica performance de Vasco Ribeiro Casais, esta vez en solitario con su proyecto Omiri haciendo un recorrido por el repertorio tradicional portugués con mil instrumentos y el toque electrónico del diablo, con remix electrónico y proyección de vídeos inspirados en la serie documental “A música portuguesa a gostar dela propia” (“La música portuguesa gustándose a sí misma”). El proyecto Omiri, presentado por su creador: “Para reinterpretar la tradición, nada mejor que traer al propio espectáculo a los verdaderos protagonistas de nuestra cultura; músicos y sonidos de todos el país tocando y cantando como si formasen parte de un mismo universo.” No en carne y hueso, sino en imagen y sonido, con grabaciones transformadas y manipuladas en tiempo real, sirviendo de base para la composición e improvisación musical.”

Un baile con el diablo para espantar los malos espíritus en una tierra que es imposible visitar sin colmar el espíritu.