«Mi vida es esto, hacer adufes». José Relvas, el ultimo constructor de adufes, o como mínimo, el más antiguo. Sí, el territorio de las Aldeias Históricas de Portugal es imprescindible también por su patrimonio inmaterial…
Ojos azul claro del color de los cielos del campo de Idanha, piel tiznada por el sol y por los años de trabajo que le llevaron a recorrer el mundo y largos cabellos blancos que le confieren ese toque místico. José Relvas es un hombre carismático que habla apasionadamente de su arte. «Esto de construir adufes me corre en la sangre. Aprendí con mi padre y él con el suyo, y así sucesivamente. Es una larga tradición familiar, que creo que terminará conmigo, porque ahora las nuevas generaciones ya no se interesan por esto».
José Relvas nos lo cuenta mientras va cosiendo con hilo un adufe que tiene expuesto en la pequeña feria de artesanía y productos biológicos en la milenaria aldea de Idanha-a-Velha.
El pueblo está de fiesta: son las fiestas del rey Wamba y las semillas, otro de los eventos que se celebran dentro del ciclo «12 en red, las Aldeias de fiesta», una serie de eventos que, durante todo el año, lleva animación y cultura a las 12 Aldeias Históricas de Portugal. Ciclos de debates y conferencias, talleres, espectáculos y mucha animación que dan vida a una de las más bellas e interesantes aldeas de la Beira Baixa.
Para José Relaves esta es una oportunidad para mostrar su arte y su trabajo, que comparte a través de un taller en el que los visitantes pueden aprender un poco más sobre este instrumento milenario.
El adufe o pandeiro de origen árabe se introdujo en la Península Ibérica entre los siglos VIII y XII. Es un instrumento clasificado como bimembranofón, un tambor de percusión de altura indeterminada y uno de los instrumentos más antiguos que, aún hoy, se sigue tocando con alguna representatividad.
El adufe es, generalmente, cuadrado y con el cuerpo de madera. Tiene dos membranas (piel de carnero, cabrito o, a falta de alguno de estos dos últimos, de vaca), bien estiradas y colocadas de forma que cubran toda la caja. En su interior se introducen sonajas, semillas, y hoy en día también canicas, para darle un sonido particular.
Este instrumento se toca en gran parte del distrito de Castelo Branco, principalmente en Idanha-a-Nova, Monforte da Beira, Malpica do Tajo, Caféde, Paúl y Póvoa de Río de Moinhos. Normalmente, son las mujeres las que hacen sonar el instrumento (adufeiras) acompañando canciones de las romerías de la Beira Baixa como, por ejemplo, a Senhora do Almortão, a Senhora da Azenha e a Senhora da Póvoa. Se debe tocar con las dos manos y los dedos deben estar muy sueltos, puesto que la mano izquierda sostiene el instrumento y la mano derecha reproduce el ritmo.
El adufe ganó en popularidad y relieve cultural con el trabajo del etnomusicólogo corso Miche Giacometti que «descubrió» una de sus intérpretes más importantes – a Ti Catarina Chitas.
Pero es en el arte de la fabricación donde, probablemente, resida la clave para garantizar su supervivencia. «La técnica tradicional de fabricación del adufe está desapareciendo y a nadie parece importarle», explica José Relvas, que fabrica adufes desde hace más de 40 años en su pequeño taller en Idanha-a-Nova.
«Mi familia siempre ha trabajado con pieles y adufes. «Curtían y trabajaban las pieles para cabestros y alforjas para burros, pues hace 40 años había 2000 ejemplares en estas tierras.
Ahora los burros, como los adufes, son una especie en vías de extinción. Sin embargo, cabe recordar que un adufe que nace de las callosas manos de José Relvas no es un mero objeto de decoración: se trata de un instrumento musical con una sonoridad única. «Vendí adufes por todo el mundo y a grandes músicos portugueses. Fue en una de las primeras Festas do Avante cuando se empezó a reconocer mi trabajo, y a partir de ahí fui ganando fama. Hoy en día vendo para quien me los encarga, fabrico cerca de 300 adufes por año, de todos los tamaños, ya que la forma es siempre la misma. Una caja de madera cuadrada, con pieles estiradas y cosidas. Parece fácil, pero no lo es.
José Relvas explica que el secreto de la construcción de un buen adufe pasa por la correcta elección y tratamiento de los materiales, de la madera a la caja, así como las pieles que se estirarán. «El sonido de un adufe puede variar enormemente según la forma en que se cosa y estire la piel, e incluso la meteorología puede hacer cambiar el timbre del instrumento. Un buen adufe puede durar decenas de años. Yo conservo uno que tiene más de cien años.»
Pero, más que la elección de los materiales, el ingrediente principal para fabricar un buen adufe es la pasión y dedicación. José Relvas nos muestra la marca de su arte, heredada de una larga trayectoria cultural iniciada en la época de los sarracenos. «¿Ves este callo que tengo en la mano, donde puedo clavar la aguja de coser adufes, o apagar los cigarrillos? Esto es lo que hace un buen adufe».
El adufe es, pues, un icono de las Aldeias Históricas de Portugal, al igual que otros conocimientos y tradiciones que marcan la identidad de este territorio. Su preservación demuestra, una vez más, por qué la Red de Aldeias Históricas de Portugal recibió el certificado BIOSPHERE DESTINATION (la primera red de destino en todo el mundo, y la primera a nivel nacional para recibir esta distinción). Es que en este territorio una de las prioridades sigue siendo la preservación de las costumbres y tradiciones de las gentes locales, que finalmente hacen este destino único y auténtico.
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