Aprovechando un fin de semana de grandes caminatas y aventuras, visitamos tres bellísimas Aldeias Históricas: Monsanto, Idanha-a-Velha y Castelo Novo. Lugares magníficos, llenos de historia, cultura e impresionantes entornos naturales.

Ya hace un tiempo que, siempre que se nos presenta la oportunidad, viajamos a la zona central interior de Portugal, para visitar las magníficas Aldeias Históricas de Portugal. Hasta ahora, solo conocíamos bien Sortelha y Piódão, por lo que queríamos continuar con esta tendencia y añadir más nombres a nuestra lista de Aldeias Históricas visitadas.

Aprovechando un fin de semana largo de otoño, decidimos viajar hasta el distrito de Castelo Branco para visitar Monsanto, Idanha-a-Velha y Castelo Novo, aprovechando la proximidad geográfica de estas tres Aldeias Históricas. De hecho, por las carreteras nacionales, la Aldeia Histórica de Monsanto queda a solo 15 minutos de Idanha-a-Velha – y Castelo Novo, que se encuentra a unos 50 minutos de Idanha-a-Velha, nos venía de camino a la vuelta.

A sabiendas que desde Monsanto se puede llegar hasta la Serra da Estrela, decidimos alojarnos en esta Aldeia Histórica. Sin embargo, no nos hubiéramos podido ni imaginar las vistas que nos esperaban cuando nos despertamos. En muchas ocasiones, llegamos a olvidarnos de la belleza que es capaz de irradiar nuestro país, y esta fue una de estas ocasiones. El día de cielo azul nos regaló un paisaje que cortaba la respiración, por lo que, incluso antes de ir a desayunar, ya habíamos tomado preciosas fotografías.

Una vez tuvimos la primera comida del día en nuestros estómagos, reunimos la energía necesaria para subir, a pie, a través de la aldea, hasta el Castillo de Monsanto. Una experiencia increíble durante la cual nos dimos cuenta del motivo que hizo a Monsanto merecedora de la distinción de Aldeia más portuguesa de Portugal: con sus estrechas y sinuosas calles y sus casas que parecen emerger de dentro de las rocas, Monsanto es uno de los pueblos más típicos portugueses que hayamos podido visitar.  Por el camino, los habitantes de esta aldea nos saludaban a nuestro paso con un sonriente «¡Buenos días!» y las señoras, sentadas a la puerta de sus casas,  nos mostraban sus Marafonas, unas muñecas hechas a partir de una cruz de madera, que luego se reviste de tejido, y a las que no se les pintan donde ojos, bocas, narices u orejas. Según nos contaron los habitantes de Monsanto, se cree que las Marafonas son poderosos amuletos contra el mal de ojo, y que si se colocan debajo del cojín del propio cónyuge, ayudan a la fertilidad. Pero, más por sus preciosos trajes coloridos tradicionales que por la superstición del pueblo, no nos pudimos resistir a comprar una pequeña Marafona.

Cuando llegamos al Castillo de Monsanto, volvimos a sorprendernos, pues los alrededores de aquella Aldeia Histórica nos dejaron sin habla de nuevo. Al contemplar las diversas composiciones de piedra que rodean el castillo, entendimos lo que quería decir José Saramago en el libro «Viaje a Portugal» cuando escribió «De las piedras creía el viajero haberlo visto todo. No lo diga quien nunca ha venido a Monsanto».

Para recuperar energías, fuimos a comer a la Bodega Típica «El Crucero», ubicado en el salón de actos de Monsanto, donde además de una increíble vista panorámica, disfrutamos de un delicioso plato de bacalao asado.

Pasamos la tarde paseando y descubriendo rincones de las calles de Monsanto, y apreciando la calma y tranquilidad de aquella aldea histórica.

Al día siguiente, nos dirigimos a Idanha-a-Velha para conocer la aldea con uno de los mayores yacimientos arqueológicos del país. Esta aldea nos invitó a realizar un auténtico viaje en el tiempo, puesto que todavía conserva vestigios de los pueblos romanos, suevos y de los templarios, que en otras épocas ocuparon aquel territorio. De hecho, según descubrimos, Idanha-a-Velha fue capital de distrito en tiempos romanos, sede de obispado en época sueva-visigótica y ciudad de gran relevancia en la era de los Templarios. Todos estos datos se pusieron de manifiesto mientras recorríamos las calles de esta aldea, desde la Iglesia Matriz hasta la magnífica Catedral, donde encontramos un sinfín de vestigios de la presencia romana. También despertó nuestra curiosidad la Torre de los Templarios que encontramos en Idanha-a-Velha, el único vestigio visible de lo que fue un pequeño Castillo de la orden, y que hoy se encuentra dentro del jardín particular de una casa familiar.

Para coger fuerzas para el resto del día, paramos a comer en el restaurante Helana, en Idanha-a-Nova. Helana es un verdadero ejemplo de restaurante sostenible, respetuoso con el ecosistema y el planeta – prueba de ello, es su carta, formada por platos elaborados con productos de la zona, como las setas silvestres (una delicatessen perfecta para comerla como entrante), los embutidos (obligatorio probar el paté de Farinheira) o los quesos, de oveja, cabra o vaca. El restaurante Helana resultó, pues, una elección fantástica para degustar típicos y deliciosos productos de la región.

Por la tarde, ya de regreso a casa, aprovechamos para parar en la Aldeia Histórica de Castelo Novo. Rodeada por la imponente e impresionante Serra da Gardunha, y formada por monumentos de granito blanco, Castelo Novo nos hizo sentir dentro de un cuento para niños. Las puertas y ventanas de las casas de Castelo Novo acentúan el carácter singular de esta aldea, pues todas están pintadas de vivos colores, todos ellos diferentes.

Recorrimos la aldea hasta llegar al castillo, un edificio de solemne arquitectura militar. Hoy, solo queda de él una torre cuadrangular, pero los vestigios del resto de la edificación permiten adivinar su singular carácter de antaño, y, como otros castillos de Aldeias Históricas que ya conocíamos, no deja lugar a dudas del importante papel que estas edificaciones tuvieron en la defensa de nuestras fronteras.

Antes de volver a casa, no podíamos dejar de pasar por el Taller de Historias Creativas de Ana Almeida, un proyecto basado en la imaginación de los niños de las Aldeias Históricas de Portugal. A partir de las historias que los niños de 12 pueblos contaron en un taller de escritura creativa que tenía como eje central el territorio que los vio nacer, Ana Almeida creó 12 muñecas de lana inspiradas en los protagonistas de las historias, cada una de ellas representando a una de las 12 Aldeias Históricas de Portugal. La visita a este taller resultó una experiencia fascinante, pues descubrimos un perfecto ejemplo de dinamización de la población: el taller es de libre acceso, y tiene material a disposición de los usuarios, para que los abuelos que lo deseen puedan llevar a sus nietos para enseñarles las técnicas para llevar a cabo los más ancestrales trabajos manuales de la región.

Salimos de Castelo Novo, dejando atrás un fin de semana de aventuras inolvidables por las Aldeias Históricas de Portugal, con la promesa de volver muy pronto…