Era un amor condenado desde el principio. El infante Pedro I de Portugal, heredero al trono portugués y casado con Doña Constança Manuel, se enamora de la haya de esta, Doña Inês de Castro.

El Rey Alfonso IV, satisfecho por haber casado al heredero del trono con la hija de unos de sus mayores aliados, no aprueba la relación. Evoca el pretexto de los votos sagrados del matrimonio, pero en realidad sus razones esconden también el temor a la influencia de los hermanos de Doña Inés, Don Fernando de Castro y Don Álvaro Pérez, descendientes de Don Pedro Fernández de Castro, mayordomo mayor del Rey Alfonso XI de Castilla, de quien desconfía. Como consecuencia, manda exiliar a Doña Inês al castillo de Albuquerque, en la frontera castellana, con la esperanza de que la distancia acabe por apagar el amor entre Pedro e Inês, sin éxito; los amantes siguen correspondiéndose.

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Después de la muerte de Doña Constança en el parto del futuro Rey de Portugal, Don Fernando I, surgen rumores de que Don Pedro se habría casado en secreto con Doña Inês. Furioso y aprovechando la ausencia de Don Pedro, en una cacería, Afonso IV se dirige con Pero Coelho, Álvaro Gonçalves y Diogo Lopes Pacheco al Pazo de Santa Clara en Coimbra, donde los dos se habían instalado. Inês de Castro es asesinada, desatando la ira de Don Pedro, que decide perseguir y matar a sus verdugos.

¿Y qué tiene que ver la más pasional historia de amor de la realeza portuguesa con Piódão? Que uno de los verdugos, Diogo Lopes Pacheco, decide huir a la Beira Alta y encuentra en esta aldeia, encantador lugar de casas de pizarra, el refugio perfecto para escapar de la ira de Don Pedro. Tanto éxito tendrá que, pasado algún tiempo, huye por la frontera hacia Francia y acaba siendo perdonado  en su lecho de muerte por el Rey portugués.

Siglos más tarde, Pacheco es uno de los apellidos más populares entre la población de Piódão, lo que nos hace pensar que esta historia puede ser algo más que una leyenda.

Además de formar parte de una de las historias de amor más famosas de Portugal, Piódão merece nuestra visita por ser una de las Aldeias Históricas de Portugal  más peculiares. Desde la Serra de Açor, parece una aldea de casas de muñecas y recuerda incluso a la aldea de Asterix y Obelix. Tanto, que sentimos que hemos entrado de pronto en los cuentos de nuestra infancia.  Por las sinuosas y estrechas calzadas de las terrazas de la sierra, con casas de pizarra salpicadas de azul, comprendemos que aún hay lugares a los que la codicia del hombre no llegó; dónde aun mantenemos el privilegio de sentirnos uno con la naturaleza y la Historia, felices por formar parte de este inmenso ciclo de vida