Cuando éramos pequeños, pasábamos el verano en casa de nuestros abuelos, en la aldea o en la finca. A día de hoy, pocos niños tienen ese privilegio, pero las Aldeias Históricas de Portugal pueden y deben ser la solución para recuperar esa saludable y recomendable tradición.
Ya sea porque los abuelos aún trabajan o porque viven en la ciudad, a día de hoy son cada vez menos los niños y niñas que tienen la suerte de poder pasar las vacaciones en el campo con los abuelos, como le ocurrió a la mayoría de las personas que hoy tienen 30 o 40 años. El éxodo rural trajo consigo la marcha a las ciudades de algunas de las últimas generaciones de portugueses nacidos en el interior que, en muchos casos, optaron por pasar la jubilación cerca de sus hijos y nietos en lugar de regresar a la tranquilidad de sus aldeas, convirtiéndose así en un apoyo fundamental en su día a día.
Así, cada vez menos niños y niñas disfrutan de los beneficios de pasar tiempo en el campo y respirar aire puro lejos del vicio de las tecnologías. El resultado son niños sedentarios, con malos hábitos alimenticios y propensos a la obesidad y los peligros de las redes sociales como las constantes comparaciones con la vida, la apariencia o la popularidad de sus amigos.
En las aldeas, en cambio, al correr por el campo, los niños le cogen gusto al ejercicio físico, teniendo así más probabilidades de convertirse en adultos activos y saludables. En el campo, los niños descubren animales, ríos y árboles en primera persona, de un modo más real que por la televisión. La experiencia de pasar unas vacaciones en el campo es enriquecedora, en contraste con hacerlo en casa, rodeado de juegos de ordenador y programas de televisión que poco o nada contribuyen a la educación de los niños.
En el campo, los niños aprenden también la importancia de la ecología y la preservación de la naturaleza, al darse cuenta de que si no cuidan de los árboles y las plantas, algún día nada de lo que ven existirá. Así, los beneficios de llevar a los más pequeños a pasar las vacaciones en el campo son innumerables.
En cuanto a la familia, es también más fácil afianzar lazos en la naturaleza que en el caos y el barullo de la ciudad. Organizar caminatas o aventuras en bici por el silencio del campo es una invitación a comunicarse y compartir en familia; algo mucho más sencillo que en una ciudad confusa, donde la prioridad es que ningún miembro de la familia se pierda o sea atropellado.
Pensando en tu familia, las Aldeias Históricas de Portugal tienen un ofrecimiento que hacerte: pasa una temporada en este destino que a la vez son doce (una o varias de las aldeas, ya que son pocos los quilómetros que las separan) y descubre los beneficios de unas vacaciones tranquilas en familia, en el campo, para ti y para los más pequeños. Verás cómo regresas feliz y revitalizado; más que de unas vacaciones corriendo por las calles de una ciudad vibrante pero caótica.
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